Virginia Guzmán “La flexibilidad va a producir cambios reales cuando haya una distribución real de tareas domésticas entre hombres y mujeres”
Virginia Guzmán, psicóloga, fundadora y subdirectora del Centro de Estudios de la Mujer (CEM), fue la invitada de la clase inaugural del curso Estudios Psicosociales del Trabajo, del Doctorado en Psicología PUCV. En la oportunidad, la académica dialogó con estudiantes y docentes del Claustro sobre la investigación de las transformaciones sociales desde una mirada feminista comprometida.
El Centro de Estudios de la Mujer fue fundado en abril de 1984 por un grupo multidisciplinario de investigadoras en ciencias sociales y económicas y está dedicado a los estudios de género, realizando investigación, formación, difusión y asesorías especialmente en las áreas de Trabajo y Empleo, Ciudadanía y Política y Políticas Públicas.
Conversamos con Virginia para conocer su perspectiva sobre los feminismos actuales y las problemáticas que enfrenta el movimiento.
¿En qué contexto surge este centro de investigación?
El CEM es fundado simultáneamente con otros centros del país y fuera del país. Hay un movimiento y cuestionamiento de las mujeres en esa época de los 70 y 80 muy fuerte y esto se da en un contexto, generalmente, bien inhóspito y desventajoso. En el caso de Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay es en dictadura y en el caso de Perú y Bolivia hay una crisis económica importante, pobreza y debilitamiento.
Creo que lo que pasa ahí es que se generan condiciones que permiten a las mujeres tener prácticas diferentes. Es decir, organizarse en búsqueda de los detenidos, organizarse por la sobrevivencia, por una lucha democrática y la gente empieza a pensar bien el tema de desigualdades de género. Ya no es sólo la desigualdad social o de clase, sino que hay otro sistema de desigualdad que son relaciones de poder entre hombres y mujeres, porque ellas están en una posición subordinada y además son invisibilizadas.
Eso se evidencia en las investigaciones y la historia. Es como si no estuviera asentada en una vida cotidiana e interacciones prácticas. Sólo aparecen las guerras y las decisiones de un poder central. Hay procesos de migraciones, movimientos campesinos muy fuertes y –aparentemente- las mujeres no están en ninguno de estos. Además, nunca sabias qué pensaban y qué querían. Esto coincide con las razones del movimiento feminista a nivel internacional y las mujeres empiezan a repensar su experiencia desde otras perspectivas. Desde las relaciones de poder y desigualdad entre hombres y mujeres.
¿Qué plantea el CEM ante esta problemática?
Esto sucede en medio de la dictadura y el CEM dice “aquí hay violencia política”, pero también violencia de género. Esa violencia hace converger a muchos grupos y mucha gente.
Después, las mujeres vienen de experiencias partidarias donde muchas de nosotras -por yo estoy de esa época- estábamos en los partidos en búsqueda de un espacio de cambio y transformación, pero también somos subordinadas. Cuando las mujeres entran a la academia, que se da en el contexto del incremento de las mujeres en la universidad y la recuperación de la democracia, pero también te das cuenta que hay una serie de mecanismos que obstaculizan el desarrollo en condiciones de equidad.
Esto se evidencia en muchas situaciones como en posiciones jerárquicas y la cultura cotidiana. En distintos espacios persiste una serie de mecanismo que además de ser estructurales, se reproducen día a día, en el trato.
Con esta consciencia se comienza a hacer una teoría, que está siempre entre teoría y práctica, porque en la década de los 80 se producía conocimientos para denunciar y saber lo que pasa, para cambiar, para que haya sujetos políticos que sean capaces de revelarse.
Teniendo en consideración que las reivindicaciones que plantean los feminismos actuales son diferentes ¿Cómo se cruzan con las temáticas que les preocupaban cuando fundaron el CEM?
Cuando empieza este movimiento de mujeres en las universidades sentimos que nos convoca a todas, porque ellas amplían los tiempos. Ahora cuando hacen las marchas, todas las de los 80 vamos y participamos.
De hecho, hicimos una exposición de fotografía en el GAM con relatos del movimiento de las sufragistas, los 80 y el movimiento actual. Las sufragistas lucharon por la ciudadanía, por el voto, por el trabajo; las mujeres de los 80 luchamos por la democracia y por cambiar las representaciones de lo femenino y masculino, fue una lucha cultural muy fuerte. Ya no era yo quiero entrar acá y que me reconozcas, sino que es yo quiero cambiar.
Yo creo que lo que hacen las mujeres del 2018 y 2019 es que además de decirte “bueno esto es estructural”, como habían establecido las anteriores, agregan: hay que mover los núcleos de poder. Empiezan a desnaturalizar y enfrentar un tema que estaba medio escondido que es la sexualidad, la biologización de la sexualidad.
Sobre la labor que han desarrollado en el Centro de Estudios de la Mujer ¿Cómo han vinculado estos años de investigación con la política pública?
Siento que hay instituciones nuevas y que el conocimiento producido ha sido fundamental para crear experticia y consciencia. Pero también existe un problema y es que una cosa es producir conocimiento y otra es que ese conocimiento entre en la institucionalidad pública. Lo que hemos hecho en el CEM es desarrollar una línea para tratar de entender cómo se puede permear la institucionalidad pública con nuevos temas, con qué obstáculos se enfrenta, qué es lo central. Todo eso lo hemos desarrollado.
En relación al proyecto actual de flexibilización laboral ¿Cómo lo ven ustedes desde la perspectiva de género?
Hay una implicación muy fuerte entre orden de género y orden económico. Es decir, que es posible que este orden económico exista porque hay un orden de género determinado. Esto era muy claro en la época del fordismo y en el momento que se rompe hay otras relaciones entre orden de género y orden económico. En el centro de eso está la flexibilidad.
Si entrevistas a mujeres, todas van a estar a favor , pero en realidad es para ejercer tareas y roles de género. Entonces, ¿cómo puede ser una política o una decisión que beneficie a los trabajadores y no sólo a los empresarios? Porque si eres flexible para que vayas a trabajar cuando el empresario quiera, tienes el horario más inflexible.
La flexibilidad va a producir cambios verdaderos cuando haya una distribución real de tareas domésticas entre hombres y mujeres.