Violencia en el Chile del estallido: ¿como detenerla?
El académico de la Escuela y el Doctorado, Vicente Sisto Campos, participó de este reportaje publicado por El Mercurio de Valparaíso el 9 de febrero de 2020. Revisa la versión original aquí
A raíz del recrudecimiento del vandalismo y los excesos policiales de las últimas semanas, académicos de universidades porteñas analizan sus posibles causas y motivaciones. Apelan a la voluntad de las autoridades por resolver las problemáticas sociales y la ampliación de los espacios de participación como posibles soluciones al conflicto.
Es indudable que desde el inicio del movimiento social el pasado el 18 de octubre, en el país se han vivido dos importantes fenómenos, los cuales pese a no estar relacionados, sí se presentan de forma paralela: masivas y coloridas manifestaciones, e importantes hechos de violencia, que han mantenido en vilo a la ciudadanía desde hace casi cuatro meses. Y aunque las convocatorias han disminuido considerablemente en cuanto al número de participantes, el vandalismo se mantiene y se ha intensificado en algunos casos.
De hecho, la muerte de un barrista de Colo Colo, luego de ser atropellado por un camión de Carabineros que escapaba de un ataque en las cercanías del estadio Monumental, fue el catalizador para que tanto en las calles como en los recintos deportivos se revivieran imágenes de lo acontecido en los meses de octubre y noviembre. Saqueos, destrozos en la vía pública, barricadas y ataques en contra de la policía uniformada, han sido la tónica estas últimas semanas. La región no ha estado exenta de este vandalismo.
Sin ir más lejos, durante la noche del sábado de la semana pasada -alrededor de las 23 horas-, un grupo de unos 20 individuos que se descolgó de una marcha que pasaba por la avenida San Martín, en Viña del Mar, atacó con sillas y mesas de la terraza, además de piedras contra los ventanales, el restaurante Delamar, que a esa horase hallaba atendiendo público. Un trabajador y un cliente debieron ser derivados a centros asistenciales, luego de recibir algunas de las pedradas lanzadas por los atacantes al local, cuyo propietario avaluó los daños en $4 millones.
Pero la violencia no se ha registrado sólo por parte de civiles. El 29 de enero, nueve funcionarios policiales le propinaron una brutal golpiza a un joven de 18 años en la comuna de Puente Alto. En el registro, captado por la cámara de seguridad de un particular, se aprecia el momento en que los efectivos reducen al hombre frente a la reja de una casa, momento en el que le propinan bastonazos, golpes de puño y patadas. Producto de este desmedido actuar de los carabineros, el afectado resultó con fractura costal y contusiones múltiples, y siete de los uniformados que participaron en el ataque fueron dados de baja.
Ala luz de estos hechos, que tienen contra las cuerdas a las autoridades y encargados de seguridad, que parecen no encontrar la forma de controlar ni la las policías ni a los violentistas, surgen las interrogantes. ¿ Cómo se explica este recrudecimiento de la violencia? ¿ Qué hace que una persona actúe de forma tan irracional contra sus pares y los servicios que ella misma utiliza? ¿ Por qué la mayoría estos hechos son perpetrados por grupos o bandas, y no de forma individual por parte de los sujetos?
CONDUCTA CONTROVERSIAL Y COMPLEJA
El tema reviste gran importancia en el mundo de la psicología. Por ejemplo, el académico Gonzalo Lira, director de la Escuela de Psicología de la Universidad de Valparaíso (UV), es enfático en señalar que los ejemplos antes mencionados son hechos de violencia colectiva, por lo cual no se pueden extrapolar características que son más bien parte de conductas individuales.
“La violencia es un tipo de comportamiento complejo y un tanto paradójico: por un lado, es una situación que tiende uno a criticar desde el punto de vista ético, enjuiciar desde el punto de vista moral, pero sigue siendo una situación muy atractiva, que concentra mucho la atención de los espectadores”, explica el profesor de la casa de estudios porteña.
En ese sentido, Lira indica que las principales causas que gatillan este actuar por parte de algunas personas, tiene que ver con “altos niveles de frustración en la población, acompañados de muy bajos niveles de confianza en las instituciones como capacidad de respuesta organizada para resolver y satisfacer las necesidades colectivas.Hoy en día tenemos una situación social que está caracterizada por una percepción que la población tiene respecto de bajos niveles de justicia social y de equidad, sumado a una percepción de intrascendencia”.
A lo anterior, el experto agrega que actualmente “no contamos con instancias políticas ni institucionales que puedan canalizar las inquietudes que la población tiene y, en términos generales, todo lo que se llama respuesta institucionalizada, aparece como una vía incapaz de responder y canalizar adecuadamente esta desazón”. “En este escenario, otra de las cosas que se ha observado es una cierta incapacidad de la clase política, de los actores gobernantes y de las instituciones encargadas de orden y seguridad, de poder lograr un cierto control de la situación, pero no sólo desde el punto de vista de la seguridad, sino que de poder resolver los conflictos que están a la base de esta situación y que originan esta movilización social”, remarca el especialista.
En tanto, el director del doctorado en Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), Vicente Sisto, afirma que el proceso al cual nos enfrentamos desde el 18 de octubre “efectivamente ha estado marcado por diversas formas de violencia colectiva”. Asimismo, aclara que aunque no siempre es organizada, se produce en un escenario en el cual estos actos parecen legítimos para quienes los cometen, pues para su grupo de referencia sí lo son. En este contexto, además, diferencia entre la violencia cometida por los agentes del Estado y la que es realizada por el grupo social.
Respecto a los excesos cometidos por las policías, Sisto remarca que “sus actuaciones debiesen estar enmarcadas en la legislación nacional e internacional a la que suscribe Chile, orientadas a proteger los derechos humanos y la posibilidad de manifestación pacífica. Sin embargo, como hemos visto y han confirmado los informes de prestigiosos organismos internacionales, la actuación de las fuerzas de orden se ha caracterizado “por la represión mediante un uso desproporcionado de la fuerza y conductas repetitivas de violencia en contra de manifestantes que resultó en un número elevado de víctimas de graves violaciones a los derechos humanos”, recientemente un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)”. “La psicología social latinoamericana ha mostrado que en los casos de violaciones a los DD. HH. perpetradas por agentes del Estado, ha habido una serie de mecanismos institucionales que han constituido normas grupales de actuación que legitiman estos actos.
Entre estos está la educación y entrenamiento que reciben los uniformados, que se basa más bien en la polarización de posiciones, y en una construcción del otro como un enemigo a disciplinar y “a reducir”, mediante el uso de la violencia”, añade el experto.
En cuanto a la violencia cometida por conjuntos de la sociedad, el académico de la PUCV puntualiza que “no está claramente delimitado, se configura como grupo en el momento de la acción conjunta, pero que, en ese espacio práctico, ha ido configurando ciertos repertorios de acción como legítimos.
Hay que considerar que la movilización que se inicia el 18 de octubre, es una protesta que surge con la forma de la insubordinación (se saltan los torniquetes de metro), y prontamente, ese acto es asumido por una gran parte de la sociedad como representativo del malestar social”.
¿RESPUESTA JUSTIFICADA?
A raiz de la explicación que dan los psicólogos, surge la pregunta de por qué algunas personas actúan de forma tan irracional contra sus pares y los servicios que utilizan y, sobre todo, qué es lo que persiguen o por qué tienen conductas violentas.Lira advierte que uno de los grandes problemas con este tipo de comportamiento es que “la idea que más domina, es que es una conducta de orden irracional, cuando lo que se pierde de vista es que puede ser una respuesta irracional frente a ciertas situaciones, pero hay ciertos violencia que también tienen una lógica, una organización, un propósito y, muchas veces, se constituye como medio, como una estrategia para alcanzar una determinada finalidad”. Es en este escenario, es que toma relevancia un dato bastante preocupante desde el inicio del estallido social en Chile: un importante porcentaje de la población -sobre todo la más joven-, justifica ciertos actos de violencia.
De hecho, la 114 Encuesta Jóvenes, Participación y Consumo de Medios, realizada por la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales, reveló que un 37% de los encuestados respalda las barricadas y un 35% apoya los enfrentamientos contra Carabineros, siendo mayores al rechazo que tienen estas acciones (33% y 31% respectivamente). “Ese es un elemento altamente preocupante, porque pone una convicción, una creencia, un componente de orden ideológico, acerca de la legitimización de la violencia como forma razonable de abordar los conflictos, dado el escenario y la coyuntura social en la que estamos viviendo, y con la complejidad que tiene este tipo de situaciones.
Hay una postura muy dicotómica, donde tú eres de un lado o eres de otro y si perteneces a ese bando, ya no eres solamente un adversario político, sino que vuelve a reflotar un poco la idea del enemigo, de alguien a quien hay que enfrentar, que hay que combatir y, por lo tanto, tienes un escenario social bien complejo”, subraya el especialista de la UV.
Al respecto, Sisto se remite al informe de observaciones preliminares elaborado por la CIDH y un documento de DD. HH. entregado por la Municipalidad de Valparaíso a la ONU. El primero, entre otras cosas, revela que los participantes de las formas más violentas de manifestación, pertenecen a grupos vulnerables. El segundo indica que el 50% de los menores de edad detenidos por desórdenes están sujetos a intervenciones del Servicio Nacional de Menores (Sename). “Considerando lo anterior, podemos señalar que una parte importante de quienes realizan estos actos, lo hacen desde los márgenes de la sociedad, donde la violencia, como forma de acción, emerge como mecanismo de visibilidad legítima para ese grupo. Es en este espacio donde la actuación emerge como rabia, rabia que desboca, rabia que agrupa, y legitima formas de acción colectiva no racionales”, puntualiza el doctor en psicología social.
¿ CÓMO DISMINUIR LA VIOLENCIA?
Entre los especialistas existe un consenso claro de por dónde pasa la solución al conflicto que tiene en vilo al país y ha caldeado los ánimos entre la población: más participación y atender las reales inquietudes de la ciudadanía. “El punto más relevante tiene que ver con cómo visualizas que detrás de las expresiones de violencia, hay también situaciones y necesidades que deben ser atendidas. Si sólo vislumbras lo primero como una expresión de desarraigo social y de anarquía pura, vas a perder de vista el hecho de que hay necesidades legítimas que deben ser atendidas y que nuestro actual sistema institucional-político, no está dando respuestas y siesta se basa sólo en control social, en orden y seguridad, es incapaz de poder resolver la problemática que estamos atravesando”, asevera Lira.
El experto apunta que la clase política y los líderes sociales deben velar por crear una agenda de trabajo que otorgue respuestas pertinentes y del nivel de relevancia que se requieren para conducir la actual crisis. También recalca que se vive una coyuntura de naturaleza estructural y que, prácticamente, “no hay ámbitos que no estén en el ojo de la controversia”. “Lo que hay que hacer es una revisión profunda de los principios del modelo de organización social y económica que rige en el país, y tratar de generar estrategias, respuestas, que permitan poner esas necesidades de centro en un nuevo pacto, en una nueva forma de organizar el país, que permita realmente dar respuesta a las necesidades que la población tiene”, subraya.
Para Sisto, en tanto, el desenlace de este conflicto pasa por abrir espacios y formas de participación ampliada y deliberante, los cuales encuentren eco en el sistema institucional. “Los cabildos ciudadanos autoconvocados han sido espacios de discusión que han permitido canalizar inquietudes, racionalizando el proceso que estamos viviendo, generando incluso propuestas. Es importante que los diversos actores sociales continúen promoviendo estas formas de participación y organización, pues podría permitir construir otro repertorio de acción legítimo para los diversos grupos sociales, alternativo a la violencia”, ejemplifica. Junto con esto, el docente de la PUCV dice que deben facilitarse las expresiones pacíficas de manifestación.
Según él, aquello fortalecería el repertorio de acción de los diversos grupos sociales y por lo mismo, la responsabilidad de quienes ostentan altos puestos en la toma de decisiones a nivel institucional es clave, aunque acusa que la respuesta ha ido en sentido contrario. “A pesar de los contundentes informes de organismos internacionales, no se ha promovido ninguna medida relevante para transformar la acción violenta de las fuerzas de orden, que, recordemos, representan al Estado en esta función”, puntualiza. “Tampoco se están promoviendo reformas radicales que superen las vulneraciones a los derechos sociales que vive gran parte dela población. Es necesario dar curso a otros repertorios de acción viables. Para ello es fundamental la responsabilidad política y social de quienes son los encargados de dar respuestas a través de las instituciones. De lo contrario, será la misma acción institucional -del Estado y su actores la que, al clausurar otras formas de acción, favorecerá que siga creciendo la violencia y la rabia. Y esto no es bueno para nadie”, sentencia.