fbpx

Verónica Schild: “creo que la pandemia lo que hace es dejar al desnudo el hecho de que las mujeres han estado por décadas apuntalando la economía doméstica y muchas veces solas”

Producto del contexto mundial, fueron dos años los que Verónica Schild tuvo que esperar para regresar a Chile y dar continuidad a la segunda estadía de tres meses como Profesora Visitante, en la modalidad de estadías de corta duración de “científica de excelencia del extranjero en Chile” bajo el Proyecto “Conicyt-MEC Desarrollo y Fortalecimiento de Redes de Conocimiento e Investigación en Psicología con Perspectiva de Género: Articulando Prácticas Éticas a Nivel de Pre y Postgrado” de la académica de nuestra escuela, Dra. María Isabel Reyes.

La Dra. Verónica Schild es Profesora Emérita de Ciencias Políticas de la Universidad de Western Ontario, Canadá. Tiene una formación interdisciplinaria y se ha especializado en temas relacionados con el neoliberalismo como proyecto político cultural y feminismo en Chile y América Latina.   En 2019 estuvo con nosotros y durante esta segunda estadía en Chile, participó en diversas actividades de docencia e investigación.

Un día antes de su regreso a Canadá volvimos a conversar con ella acerca de su estadía, la transformación neoliberal de la universidad, feminismo y trabajo comunitario:

¿Cuáles eran las asignaturas que desarrolló?

Bueno, desarrollé un seminario para el Doctorado en Psicología sobre epistemología y metodología feminista que reconoce la producción de conocimiento como proceso social marcado por relaciones de poder.  El seminario puso especial énfasis en el trabajo pionero de la socióloga feminista Dorothy Smith.

La propuesta original de Smith pone énfasis en la experiencia cotidiana de los sujetos, que se entiende como siempre localizada y particular, y como el punto de entrada necesario para generar conocimiento.  En su primer momento esta propuesta nace de su malestar feminista con una sociología institucionalizada cuyos conceptos abstractos invisibilizan y excluyen las experiencias específicas de las mujeres y las problemáticas que surgen de ellas.  Esta es una apuesta que marca un giro epistemológico y conceptual.

De fondo está el interés en rastrear desde este punto de partida las relaciones con las instituciones a través de las cuales las vidas de los sujetos son reguladas y moldeadas. Esta es una contribución epistemológica crítica que compromete la producción del c

onocimiento con el cambio social. Así que ese fue el concepto específico que trabajamos en el seminario y fue una experiencia muy valiosa, la verdad.

En relación a su visita ¿se cumplieron las expectativas con las que venía a esta segunda estadía?

Bueno, se cumplieron con creces. Los conversatorios y reuniones que organizamos durante mi estadía fueron generando un espacio riquísimo de intercambio y amistad intelectual y aquí quisiera resaltar sobre todo mi experiencia con el seminario como una realmente enriquecedora.

Hubo mucho interés en el tema del seminario de parte de colegas y estudiantes del doctorado. Con la generosa ayuda de Valentina Vallejo, generamos una segunda versión, no oficial, para aquellas interesadas que sólo podían reunirse en otro horario, y en ambos espacios se generó un diálogo y reflexión de una calidad excepcional.

Durante su estadía desarrolló un conversatorio denominado “la universidad neoliberal” ¿cuáles son sus principales reflexiones en torno a esta temática?

En mis escritos he insistido que por los últimos 30 años Chile ha experimentado una reestructuración profunda de la sociedad y de los sujetos que se basa en la lógica y los valores del mercado.  Como sabemos, esta “neoliberalización” fue impulsada y legitimada por la constitución del 80.  Las universidades han sido claramente parte de este proyecto de transformación.

La universidad misma se ha neoliberalizado a partir de una estrategia anclada en una nueva cultura de auditoría académica que evalúa las responsabilidades de individuos, programas e instituciones en su conjunto en base a lo cuantificable y medible.

Valga decir que esta es una tendencia global y que impacta al conjunto de las instituciones que regulan las actividades de investigación y educación superior, sometiéndolas a una constante carrera de evaluación competitiva e individualizante.  A esto me refiero con la “universidad neoliberal.”

En el contexto actual urge preguntarse ¿qué es lo que estamos realmente midiendo cuando nos sometemos, y nos someten, a un concepto de meritocracia traducido en la cuantificación de las diversas responsabilidades y actividades académicas? ¿Cuál es el impacto a largo plazo de esta carrera competitiva y punitiva?  Esta es una reflexión obligada si nos comprometemos con la necesidad de plantearnos la responsabilidad que le corresponde a la universidad en contribuir a otro modo de vivir y de sociedad.  Para mí fue un verdadero honor poder compartir estas reflexiones con mis colegas en el contexto de un conversatorio sobre el tema.

Ahora, moviéndonos hacia la esfera del trabajo comunitario como proceso de transformación, y desde una perspectiva feminista, ¿Cree que Latinoamérica, en específico Chile, ha avanzado en esta temática?

Quisiera decir para empezar que yo me he aproximado al tema del trabajo comunitario en el contexto de la implementación de programas sociales a partir de la década de los 90, y que mi preocupación surgió cuando empezaron a desarrollarse esos programas anti-pobreza “con dimensión de género”, dirigidos explícita o implícitamente a las mujeres, y preocupados con su empoderamiento.

Mi mirada ha sido más bien crítica a una intervención que invita a la mujer usuaria de programas a pensarse a sí misma como sujeto autónomo responsable de su propio futuro: que le dice que, a pesar de ser mujer pobre o vulnerable, no es solamente dueña de casa y madre, sino que también tiene derecho a un proyecto de vida propia. Pero resulta que este impulso focalizado hacia la mujer más necesitada de apoyo, ha dejado al margen toda un área de la cual nadie más que las mismas mujeres se hace responsable: la de los cuidados.

Entonces, más allá de las oportunidades que puede abrirles el empoderamiento individual a muchas, cabe preguntarse hasta qué punto no coincide este tipo de trabajo comunitario con las demandas estructurales de un modelo económico basado en la “flexibilización laboral” permanente.   Este ideal pareciera ofrecer una doble solución:  mano de obra barata y precarizada y eficiencias en el gasto público al privatizar e invisibilizar los temas del cuidado, responsabilizando en cuerpos femeninos y de modo individual, los temas de cuidado, del hogar, de los niños, y hasta de la comunidad.

En relación a esa precarización que me menciona, en base a su experiencia, llama mucho la atención esta precarización que ha existido para la mujer, sobre todo, en el contexto actual pandémico. ¿Cómo lo ve desde esa perspectiva?

Bueno, yo creo que la pandemia lo que hace es dejar al desnudo el hecho de que las mujeres han estado siempre apuntalando la economía doméstica y muchas veces solas. Pero la mayoría de ellas con estos trabajos y sueldos miserables y además cargando con responsabilidades que recaen sobre ellas como mandato natural y sin reconocimiento por su valor fundamental para la reproducción de nuestras sociedades y economías.

Lo que queda más claro aún después de 30 años de modificaciones a este modelo de modernidad es que los costos brutales de actividades vitales para nuestra sobrevivencia colectiva pero desvalorizadas e invisibilizadas los han cargado la mayoría de las mujeres.   Y, estos no se remiten sólo a las condiciones laborales y responsabilidades de madres y trabajadoras jóvenes.  En un país que envejece a pasos acelerados, son las mayores las que sobre viven con pensiones miserables y sabemos desde el trabajo comunitario que son ellas también las que salen a buscar soluciones al hambre y abandono de sus vecinos.

Entonces, lo que es evidente es que este modelo de modernidad no se “agotó” como suele decirse, de partida se construyó sobre la base de la extracción – cual inagotable recurso natural — de las contribuciones invisibilizadas y por ende no valorizadas de la mayoría de las chilenas.  La masiva presencia política feminista a partir de Octubre del 2019 nos deja muy claro que:  Sin derechos sociales garantizados que pongan al centro nuestra sobrevivencia colectiva, los derechos cívicos y políticos de las mujeres son de escaso alcance y nuestra sobrevivencia colectiva en el tiempo está en juego.

Gran parte de su vida la ha desarrollado fuera de Chile, pero aun así tiene un gran vínculo con Chile y ha desarrollado estudios sobre Latinoamérica ¿A qué se debe esto? ¿Por qué, a pesar de estar tan lejos, decide centrarte en Latinoamérica?

Yo soy chilena, pero me fui a Estados Unidos a los 16 años el año 71.  Terminé el colegio y saqué un primer título en filosofía y literatura en ese país, y luego partí a cursar estudios de postgrado en Toronto, Canadá.  Viví con mucho dolor el golpe y desde la distancia fui recibiendo noticia de amigas y compañeras de curso, y profesoras torturadas y asesinadas, exiliadas, o desaparecidas como es el caso de mi amiga María Isabel Beltrán Sánchez.  Entonces, soy de esa generación que quedó marcada para siempre por esta historia.

Siempre quise volver.  En un momento me dije, ¿qué hago con estudiar filosofía si lo que yo quiero es volver a Chile? Entonces, en el año 82 abandoné mi doctorado en teoría crítica y me especialicé economía política comparada del desarrollo especialmente de países del cono sur de América Latina.  Regresé el 86 por primera vez, en plena dictadura, con mi proyecto de investigación para el doctorado, y ahí conocí a Luisa Herrera y su grupo de mujeres jóvenes en San Rafael, la población más antigua de La Pintana.  Esa fue la entrada a mi investigación del doctorado.

Esa realidad concreta, y mi profunda amistad y colaboración con Luisa, han sido el punto de apoyo para toda mi reflexión y análisis posterior. Entonces, mis escritos sobre transformaciones neoliberales y feminismos en Chile y América Latina, han estado siempre anclados en esa realidad.  Y reflexionando durante esta estadía en la Escuela, que coincidió con la muerte de Dorothy Smith — mentora y guía de mi tesis de maestría — reconozco como un privilegio el giro epistemológico personal que experimenté con su propuesta epistemológica e insistencia en una producción de conocimiento situado y comprometido con el cambio social.

 

Ya para finalizar, a modo de reflexión ¿Con qué aprendizaje te quedas de tu estadía en Chile?

Bueno, algo que valoro muchísimo, sobre todo después de tanto encierro y eventos virtuales, son los espacios de encuentro y diálogo con colegas y estudiantes que fuimos generando – es lo que yo llamo lo público en un sentido cívico profundo y que reconozco como el contexto social necesario de la producción de conocimiento.  Quiero aprovechar de expresarles mis agradecimientos por esta oportunidad a todas y todos, y en especial a Maria Isabel Reyes y Luisa Castaldi.

En ese contexto, fue muy enriquecedor reflexionar y revisar colectivamente aquellos escritos que se supone que pasan de moda, que puede que hasta no cuenten como dato bibliográfico para nuestra cultura académica mercantilizada.

Esta nueva estadía en una Escuela comprometida con un trabajo comunitario crítico, con colegas que me acogen con mucha generosidad intelectual y afecto, y con estudiantes de doctorado de un excelente nivel y muy motivadas, ha renovado mi optimismo por la universidad como espacio para nuestra capacidad colectiva de transformar los textos en conocimiento vivo que puede servirnos para plantearnos otras posibilidades de vida en conjunto y proponernos un trabajo comunitario que nos permita contribuir a hacer realidad los ideales de justicia social que tantos y tantas deseamos.