Tiempo de crisis, tiempo de confiar
Escrito por la académica de la Escuela de Psicología PUCV, Luisa Castaldi para La Segunda. Revisa la versión original aquí
Puede parecer absurdo, incluso paradojal, pero frente al derrumbe de lo conocido, frente a la sacudida global que está implicando la crisis sanitaria, confiar en nosotros, en nuestras intuiciones y en lo que construimos entre pares, más que en las soluciones de los “expertos”, puede ser un camino que nos devuelva algo de tranquilidad.
Estamos sometidos a información contrastante, a un verdadero bombardeo de números, estadísticas y pareceres, frecuentemente discordantes e incluso opuestos. Hace mucho que hemos delegado nuestra comprensión de los procesos de bienestar a “otros” que siempre saben que hay que hacer, tanto médicos como psicólogos y profesores. Pero en una situación como lo que estamos viviendo actualmente, la incertidumbre nos envuelve a todos.
Nadie ha tenido que enfrentar una crisis que amenaza tanto la salud, como la economía, las relaciones y la política, entre otras áreas. Al mismo tiempo, esto nos obliga a revisar la forma del estar social, en el trabajo, en el estudio, en la casa e incluso en las iglesias.
El imperativo de cuidar qué tocamos, dónde vamos y a qué distancia nos ponemos nos ha devuelto a la necesidad de la conciencia del momento. #Yomequedoencasa se ha vuelto un eslogan que ocupan incluso para la publicidad. Pero: ¿Y yo me sé quedar en casa? (aunque pudiera). Yo, que vivo entre miles de actividades, de personas, de movimiento diarios, ¿sé (tolero) quedarme en casa?
Quedarse en casa es metafóricamente una invitación a “revisar” la relación con nosotros mismos y con los cercanos, pero no en forma de enjuiciamiento, de puesta en discusión rabiosa. Una crisis como esta no es el momento de resolver conflictos anteriores, ni de hacer grandes cambios. Una crisis como la que estamos atravesando es quizás una posibilidad de intentar algo distinto, de ofrecernos “pequeñas” nuevas experiencias. Intentar acuerdos de convivencia, organizar espacios, fijar rutinas, salirse de los roles acostumbrados. Tratar de leer los gestos cotidianos de una forma distinta, evitando los “tú siempre hace lo mismo” o “tú nunca haces”.
No intentar encajar en recetas ajenas, sino rescatar nuestra sabiduría y las de los cercanos. Reconocer el aporte de otro es mirar alrededor, ofreciendo y recibiendo. Agradecer. Intercambiar. Acciones cotidianas que nos hacen valorar, en las que podemos aprender a detenernos para disfrutarlas. Escuchar a niños, jóvenes y ancianos, a los que acostumbramos a cuidar y que nos pueden cuidar también, por ejemplo, ayudándonos a quedarnos en el presente descubriendo su sabiduría.
Confiar no significa fingir ser positivos, la confianza es una búsqueda y también una decisión. Se trata de deshacerse de lo que ya no sirve para atreverse a explorar qué podemos hacer y pedir. La confianza es relacional, se construye con otros, ya que nos necesitamos mutuamente y la pandemia lo ha demostrado. Los consejos de los expertos pueden ser útiles para abrir posibilidades, pero finalmente somos nosotros los que sabemos qué ocupar y cuándo hacerlo. En esta crisis quizás no sepamos cuál es el mejor camino para salir de ella, pero sí podemos decidir cómo caminarlo.